Del muro de la vergüenza a los muros sinvergüenzas
En noviembre de 1.989 cayó un muro cuya
longitud alcanzaba aproximadamente los 160 km y cuya altura nunca
sobrepasó los 3,60 metros según cifras oficiales. El muro dividía la
ciudad de Berlín, separando el este del oeste, el socialismo del
capitalismo. Su caída significaba en la práctica la caída de la línea
divisoria entre una sociedad socialista que pretendió sin éxito la
igualdad de condiciones para sus ciudadanos y otra, la capitalista, que
pretendió con gran éxito la desigualdad y la injusticia desde su más
tierna infancia. Las constantes alusiones desde
occidente a la falta de libertad con que se vivía al otro lado del
muro, fueron el eje central sobre el pivotó todo el circo del fin del socialismo. Como si a este lado del muro uno tuviese la libertad de elegir no ser capitalista.
Entre los puntos negativos que la
doctrina capitalista argumenta del comunismo, parece olvidar la más
importante de todas: el socialismo supone una resistencia inquebrantable
a las desigualdades e impide que el capitalismo globalizador se
propague y contamine todos los rincones del mundo. Si no, ¿a qué tantos
esfuerzos por acosar, acechar o marginar internacionalmente a Cuba,
Venezuela, Bolivia, Irán, Corea del Norte, Brasil…?
Los que se apresuraron a salir en la foto
de aquella caída, sin apenas quitarse el casco de protección, se
remangaron y se pusieron a levantar nuevos y resistentes (y
vergonzantes) muros que dividían a la sociedad, a la humanidad, no ya
por sus ideas políticas o económicas, sino por el inventario de su
bolsillo.
Veamos algunos ejemplos:
—Francia y la frontera invisible.
Francia, un país moderno y globalizado donde los haya, quizás más sutilmente, pero no por ello menos efectivo, planta una frontera alrededor de cada gitano,
situándoles fuera de su territorio por la asequible cantidad de
300.-€uros por adulto y 100.-€uros por niño. Mucho más barato que pagar a
un policía para que les empuje hasta la frontera, donde va a parar. Observación:
Todas las noticias hablan de "deportación de gitanos” y no he sido
capaz de encontrar ninguna que hable de "deportación de rumanos” o "de
búlgaros”. Parece meridianamente claro que no se trata de una cuestión
de nacionalidad, que solo se entendería si existiera el país de Gitanolandia.
Y confirmo tal sospecha cuando, rebuscando en el cubo de la basura de
la legislación francesa, compruebo que, podrán volver a territorio
francés, como ciudadanos europeos (de segunda) que son, durante un
periodo máximo de tres meses, transcurridos los cuales podrán volver a
ser deportados si no han obtenido en ese periodo un medio de vida. En
resumen, les deportan por pobres. Pues como se pongan a deportar a los
parados franceses, que superan ya el 10%, cuando después de tres meses
no encuentren un medio de vida… Quizás el estado francés esté
considerando la opción de enviarlos a sus atolones del Pacífico poco
antes de realizar alguna de sus pruebas nucleares.
—Nafta. La frontera selectiva.
El llamado Tratado de Libre Comercio
perpetrado por Estados Unidos y Canadá y suscrito por México facilita
la circulación de bienes y servicios entres los tres socios, pero no
contempla la libre circulación de personas.
Leo en Informador.com,
las declaraciones de Janet Napolitano, secretaria de seguridad interior
de los Estados Unidos, sobre la aprobación de otros 600 millones de
dólares para reforzar y reafirmar la política fronteriza. Napolitano
afirma que tal incremento de presupuesto para el control fronterizo no
es un despilfarro, y va más allá, insiste en que la política fronteriza
para con su vecino mexicano, de quien pretende separarse como quien se
amputa un brazo gangrenado, debe fortalecerse desde Brownsville hasta
San Diego, o lo que es lo mismo: una frontera este-oeste de 2.500 km, o
lo que es lo mismo: marcar una gruesa línea en TODA la frontera con su
vecino del sur.
Esa línea es muy gruesa y solo permite
el paso de productos, en ambos sentidos eso sí, pero con claro
desequilibrio a favor del sentido norte-sur. Sin embargo la gruesa línea
supone una seria objeción al paso de personas en sentido sur-norte.
"Váyanse de aquí, no necesitamos más pobres” parecen decir los agentes
fronterizos del norte mientras apuntan con su arma. Puede que se trate
de una simple cuestión de oferta y demanda, digo yo.
—Israel o el judío errante
Israel, a pesar de sus denodados
esfuerzos por modernizarse (utilizando la última tecnología en armamento
y en vigilancia fronteriza incluso en aguas internacionales), y de
globalizarse (extendiendo la influencia de sus lobbys por todos los
rincones del planeta), no consigue salir de los primeros puestos de esta
vergonzosa lista de constructores de muros de la vergüenza.
En un territorio "ganado” a fuerza de sangre y de incumplimientos
reiterados de resoluciones de la ONU, Israel se encuentra a la cabeza en
la lista de países productores de muros de la vergüenza. Israel protege
sus vergüenzas tras esos muros no se sabe aún muy bien por qué, quizás
tengan miedo de algo. Hay un viejo dicho castellano que reza así: "quien
la hace, la teme” ¿Qué habrán hecho o qué querrán harán?, ¿qué temerán?
El judío errante negó un poco de agua al
sediento Jesús durante su camino a la cruz. El pueblo judío negó (y
sigue negando) un poco de justicia, un poco de libertad al oprimido
pueblo palestino y ha sido condenado, como aquel judío, a errar hasta el
fin de los días. Como puede verse, los dirigentes hebreos, muy
observantes de sus férreas tradiciones, yerran cada vez que tienen
ocasión.
—España y la doble frontera.
En España, en lo que tengamos de "norte”
tenemos nuestra propia frontera con el "sur”. Altas y dobles o triples
alambradas en Ceuta y Melilla separan a los pobres del sur de este "paraíso” del norte. Si supieran lo que les espera aquí, no vendrían tantos ni tan aprisa.
Y, en lo que tengamos de "sur”, tenemos
nuestra propia frontera con el "norte”, por la que se cuelan, sin que
nuestros agentes fronterizos puedan evitarlo, millones y millones de
"inmigrantes legales” que no vienen más que a dejar su dinero. Y tenemos
la desfachatez de llamarles turistas.
Resumen
Todas las fronteras violan, en mayor o
menor medida algún punto de los Derechos Humanos. Pero tengo la
sensación de que la peor de las fronteras es la de la desigualdad, y más
cuando vienen de fuera a imponértela en la tierra donde naciste. Como
las acciones terroristas perpetradas en los mal llamados países del
Tercer Mundo, por el capitalismo imperial, también conocido en mi casa
como Al-Qaeda de las Rocosas Cristianas.
Si queremos hacer de este mundo algo
mejor, y créanme que es posible, debemos hacer que todas estas fronteras
internas del sistema globalizador, entre el norte y el sur, entre la
riqueza y la pobreza, entre la abundancia y el hambre, desaparezcan. Otra globalización es posible.
Puede que solo sea una impresión mía,
pero creo que la desigualdad es la lucha más encarnizada y carente de
razón que la Humanidad mantiene consigo misma. La desigualdad es la
última frontera, la próxima, que la Humanidad debe conquistar. http://impresionesmias.com/2010/08/24/desigualdad-la-ultima-frontera/#more-737
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