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15.14.39
Piratas, corsarios y filibusteros del siglo XXI

La piratería a lo largo de la costa de Somalia constituye una grave amenaza para los buques que conectan el Mediterráneo con el océano Índico. Oficialmente el fenómeno está fuera de control y las grandes potencias se han visto obligadas a enviar sus armadas a la zona para que escolten a sus barcos mercantes. Sin embargo en algunos puertos somalíes se pueden ver los barcos capturados, amarrados tranquilamente en fila esperando su rescate, sin que los piratas tengan ningún temor a los barcos de guerra cuyo número va creciendo por toda la costa.

Tras una larga investigación Thierry Meyssan saca a la luz a los patrocinadores de este nuevo negocio.

Actualmente la piratería marítima se concentra en tres regiones del mundo: el estrecho de Malaca, el Golfo de Guinea y el Cuerno de África. Sin embargo son tres situaciones muy diferentes.

El 30% del tráfico marítimo mundial pasa por el estrecho de Malaca, donde las poblaciones pobres de Indonesia y Malasia  se enfrentan a la arrogante opulencia de la ciudad-Estado de Singapur. Los piratas son bandoleros organizados en bandas, se desplazan con rapidez y sólo poseen armas blancas. En general se conforman con subir a bordo y desvalijar a la tripulación. Desde 2006, los tres Estados ribereños, tanto atendiendo a la solicitud amistosa de Japón como por miedo a ver desembarcar a la armada estadounidense, se han coordinado para una vigilancia aérea y marítima, la «Operación Ojos en el Cielo», que ha dado sus frutos. Ahora la situación parece estabilizada.

El Golfo de Guinea no es una zona de tránsito comercial, sino de explotación de petróleo y gas. Las plataformas extractoras marítimas y los barcos de aprovisionamiento se han convertido en objetivos de los ladrones y de los insurgentes del Movimiento para la Emancipación del Delta del Níger. Se trata de grupos extremadamente violentos que apoyan sus exigencias con capturas de rehenes, a menudo mortales. A veces reciben apoyo de los ijaw, cuyas tierras han sido destrozadas por las compañías petroleras y cuya revolución de 1999 fue sofocada en sangre por las tropas de Chevron-Texaco. Más a menudo no tienen ningún apoyo de la población, a la que también aterrorizan. Llevan a cabo ataques tanto en el mar como en tierra, contra los extranjeros y contra los nativos. Nigeria no consigue detener esta criminalidad que se desborda sobre Camerún y Guinea Ecuatorial. Ante el peligro creciente, algunas multinacionales como Shell han decidido abandonar la zona. La producción nigeriana de hidrocarburos ha bajado un 25%, con las consecuencias que podemos imaginar sobre las finanzas del Estado.

Sólo la situación en el Cuerno de África se ha convertido en una cuestión estratégica mundial. En primer lugar porque el estrecho de Bab el-Mandeb (La puerta de los lamentos), entre Yemen y Yibuti, es una etapa obligada entre el Mediterráneo, el canal de Suez, el mar Rojo al norte y el océano Índico al sur. 3,5 millones de barriles de petróleo transitan por allí todos los días. A continuación porque la zona de pirateo se está extendiendo progresivamente al golfo de Aden y a la costa somalí, de forma que no se trata simplemente de un cuello de botella en el que los Estados ribereños deben establecer una policía marítima, sino de una zona muy amplia, principalmente en alta mar y en aguas internacionales. Lo que fue en primer lugar –y en muchos casos sigue siendo- una actividad oportunista de pescadores hambrientos, ha dado nacimiento a un negocio muy lucrativo. Los barcos se capturan con sus tripulaciones y los intermediarios reclaman fuertes rescates a los armadores. Ese extenso bandidaje se ha desarrollado en función de los resurgimientos políticos-militares en Somalia y sirve de justificación para el despliegue de una armada occidental con pretensiones neocoloniales.

El caos somalí

El lector recordará la interminable guerra civil que ha asolado el Cuerno de África desde 1974. Finalmente, aunque Etiopía y Eritrea se estabilizaron, Somalia sigue presa del caos. El país está dividido entre los clanes. La ex colonia británica de Somaliland y el Pount constituyen dos casi-Estados, con fronteras fluctuantes, que se declaran la guerra ocasionalmente, aunque ambos reciben el apoyo de Etiopía (1). Su formación fue estimulada por las Naciones Unidas, que pensaban así reconstruir Somalia procediendo a su división. La AMISOM, la misión de paz desplegada por

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